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Mi jefa me dijo que llamara a casa. Ella era la decana de reclutamiento en Hamilton. Le pregunté qué pasó. Me dijo que me calmara. Le dije que no me dijera eso. Papá contestó el teléfono. Pregunté: «¿es mamá?». Él dijo: «Tu mamá está bien». Le dije: «¿Lauren?», o tal vez dije: «¿Qué pasa?». Me dijo: «Tu hermano se nos fue». No recuerdo bien el resto. Solo que grité y golpeé la pared. Empaqué un poco de ropa, incluyendo mi único vestido, y me fui. Ese fue el principio. Recuerdo entrar a la casa y sentir que estaba rodeada de extraños, aunque eran personas que había conocido toda mi vida. Recuerdo entrar y tener que reprimir el deseo de decirle a todos que se largaran. Mamá estaba en el sofá, durmiendo y llorando. Papá estaba pasmado. Colapsando. Mi hermana estaba sola. Yo sentía como que toda la gente estorbaba y bloqueaba mi habilidad de ver de dónde vendría la siguiente amenaza. Si hubiera podido irme, lo hubiera hecho, pero no tenía la opción. Fuimos a una junta con el fiscal de distrito. No voy a mentir y decir, «el fiscal dijo esto, y el detective dijo esto». Lo que puedo decir es que, por lo que ellos dijeron, no sentí que fuimos recibidos como los padres de una víctima. No fuimos recibidos como los padres de una víctima. Fuimos recibidos como si fuéramos gente siendo informada que tenían que hacer una investigación, y que sería llevada a cabo. ¿Sí? Yo fui lo suficientemente tonta de haber pensado, «todo va a estar bien». Y luego un día me llamaron para ir a ver a la Srta. Jones. No teníamos experiencia con esas cosas. Tal vez debí tener un abogado. No sé. Me llamó y dijo «ven a verme». Pensé que iba a ir a responder preguntas sobre esa noche. Es lo que pensé. No sabía que era una fiscal, la verdad. Pensé que vería a un detective. Me sorprendí cuando ella entró al cuarto. Ella empezó a hablar del gimnasio. Me dijo: «Te ves como que estás en forma», y «¿cuánto pesas?». Me preguntó algo del tamaño de William, aunque más diciendo que preguntando, y creo que ni se sentó. Caminaba de un lado a otro frente a la mesa. Era como que Yo pensaba, «¿por qué me está preguntando sobre mi forma y el gimnasio ?». No me preguntó mucho sobre esa noche, o sobre William. En lo que más se concentraron fue en investigar el historial de William. En eso se concentraron. Cada día, ella oía que estaban investigando a su hijo. Día a día, uno oía rumores. Y el miedo aumentaba. Muchas veces, a cualquier hora de la noche, el verano después de que lo asesinaran, podía mirar afuera de la ventana, y había un auto estacionado afuera. Ese auto, y quien estuviera adentro, estaba vigilando nuestra casa y tratando de intimidar a mis padres. El teléfono sonó en la madrugada, todas las noches, por meses. Cuando estaba en casa desconectaba todos los teléfonos, excepto el de mi cuarto, para que mis padres pudieran dormir. Para que no tuvieran que despertarse a contestar y decir :»¿Hola?», y que nadie les respondiera. Para que no tuvieran que colgar el teléfono y mirar por la ventana, y ver a ese auto estacionado enfrente. Habiendo crecido en el sur, donde la policía y el
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